martes, 16 de marzo de 2010

Cristales de Bohemia


Hay sitios cuya magia es difícil de describir. ¿Cómo explicar esa fuente de Sevilla al final de la calle Judería adornada con esos versos eternos de Cernuda? ¿Cómo definir la alegría que uno siente en Venecia cuando se encuentra ante la maravilla del Gran Canal? ¿Cómo expresar, sino con lágrimas, lo que uno siente al ver los mosaicos de San Vital en Rávena? ¿O la impresión que produce encontrarse con la catedral de Milán justo después de quedarse impresionado por la galería Vittorio Emmanuelle? ¿O la felicidad que uno siente delante de los frescos de Giotto de la capilla Scrovegni en Padova?
Hay lugares mágicos cuya alma no se puede describir. La felicidad que uno experimenta al sentirse parte de ellos se queda para uno, en ese aire que inunda los pulmones y que te hace respirar mejor y ese brillo en la mirada que te hace verlo todo con ojos limpios, como de niño.
Praga es uno de esos sitios. Y este fin de semana he podido disfrutar de ella. Siglos de historia concentrados en unas calles por las que uno se quedaría toda una vida. Historia antigua, pero también historia muy viva. La plaza de Wenceslao, el castillo, la catedral de San Vit, Mala Strana, el puente de Carlos, ese maravilloso reloj. Miles de imágenes maravillosas y de lugares impresionantes.
Ha sido un fin de semana maravilloso. En el que a los paseos interminables se ha sumado la vida cultural. He tenido la suerte de ir al Veletrezni Palac y disfrutar del arte contemporáneo checo. También fuimos a un Festival de cine solidario y vimos un documental de un director alternativo checo sobre un pueblo que vive en Siberia.
Horas de charlas, de vuelcos al corazón, de momentos mágicos. De aprender mucho. Y de ser muy feliz.
Volveré.

1 comentario:

  1. Esa ciudad tiene que ser de otro mundo! Aish! Mientras más mundo se ve, más se quiere ver!
    Un abrazo!

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