martes, 9 de marzo de 2010

Dudas de un martes cualquiera

Esta mañana, como cada mañana, estaba tomándome mi taza de té hecho en leche y repasando la prensa nacional e internacional cuando descubrí dos noticias que captaron mi atención. La primera era de la BBC y la segunda de Le Monde; ambas se referían a esto bello país que me acoge tan cálidamente estos meses y que me hace sentir que yo también soy parte de él. Precisamente porque lo amo, creo que tengo derecho a la crítica, así que me dispongo a ejercerla.

El titular de la noticia de la BBC era el siguiente: Slovakia’s separation barrier to keep out Roma, http://news.bbc.co.uk/2/hi/europe/8548417.stm. En Ostravany, un pequeño pueblo no muy alejado del mío el alcalde ha decidido financiar con dinero público un muro de cemento de 2’2 metros de alto 150 de largo para separar a la población gitana (dos tercios del total de la localidad) del resto. ¿El motivo? Las acusaciones de los vecinos de que los gitanos roban las frutas y las verduras de los jardines de los no gitanos. De toda la noticia me quedo con una afirmación de uno de los gitanos que malviven en las chavolas: el dinero que han empleado en esto podrían haberlo usado en adecentar nuestras casas.
La segunda, me ha parecido más terrible aún, si cabe: Le Slovaquie evisage de placer les enfants roms en internat, http://www.lemonde.fr/europe/article/2010/03/08/la-slovaquie-envisage-de-placer-les-enfants-roms-en-internat_1316313_3214.html#ens_id=1278906. A tres meses de las elecciones legislativas eslovacas, el primer ministro, Rober Fico, afirma que los internados para los niños gitanos serían la única solución a los problemas de la minoría romaní en Eslovaquia. Y continúa, el objetivo sería enviar el mayor número posible de niños a los internados y desarraigarlos de la vida que llevan en los campos gitanos. Y se queda tan ancho.
Según los datos de Le Monde, en Eslovaquia hay más de 600 comunidades gitanas que viven sin electricidad ni agua corriente. La mayoría viven lejos de la próspera Bratislava. Su número oficial es de 89.000 en una población de 5,4 millones. Pero serían en realidad unos 350.000, según el etnólogo especializado en gitanos de la Academia de Ciencias Eslovaca, Arne Mann. Además, el artículo cita los siguientes datos proporcionados por Amnistía Internacional (que en numerosas ocasiones ha denunciado las dificultades que tienen los niños gitanos para acceder al sistema educativo): sólo el 3% de los niños gitanos terminan la educación secundaria y sólo un 0,3% obtiene un título universitario.

Así las cosas me he levantado del escritorio, me he asomado a la ventana y he visto, también como cada día, las chabolas de los gitanos de Stará L’ubovña. En numerosas ocasiones me conmueven esos niños sucios y risueños que me paran por la calle para preguntarme cosas ininteligibles. Cuando los miro, en edad escolar, con los dientes picados y todo el día dando vueltas en lugar de ir a la escuela recuerdo los versos de Miguel Hernández: “me duele este niño hambriento/como una grandiosa espina,/y su vivir ceniciento/resuelve mi alma de encina”.

La verdad es que no me siento con autoridad moral para dar lecciones de integración a nadie. España es una gran experta en lo que a discriminar a la población gitana se refiere. Aunque, a veces, haya un poco de esperanza como con esa maravillosa representación de La casa de Bernarda Alba por gitanas de El Vacie de la que estoy segura Lorca se sentiría la mar de orgulloso. Pese a todo, en España lo gitano tiene un valor cultural ligado a lo flamenco que le ofrece alguna salida. Pero, y no sé si es porque hablo sin más conocimiento que la mera observación, en Eslovaquia no encuentro ninguna salida esperanzadora para esta comunidad.

El otro día, en el centro en el que trabajo, estaba usando uno de los ordenadores y había un montón de niños en el taller que tienen con ellos (que he de reconocer que Terka, la encargada, una mujer estupenda de 60 años, le echa paciencia) y los sentaron en los ordenadores. Los niños se pusieron a jugar a un videojuego espantoso que consiste en ir pegando tiros a todo lo que se te cruza. Y yo pensé: joder, tienen una herramienta fantástica como es un ordenador y les permiten jugar a esto en lugar de enseñarles algo productivo. Unas semanas antes fueron las vacaciones de primavera y teníamos que organizar actividades con los chavales y me dice la coordinadora: bueno, si vienen sólo gitanos ya veremos porque ellos sólo quieren jugar a sus cosas o escuchar su música. Y yo pensando: joder, siquiera dales la oportunidad. Y de ésas, alguna más.

Y así las cosas, el dinero público sirve para que los gitanos jueguen a juegos violentos, para convertir sus chabolas en guetos o para mandarlos a internados y robarles su cultura. Y así las cosas yo me pregunto como el gitano de Ostraveny: ¿no sería mejor invertir el dinero público en garantizarles un acceso real e igualitario a la educación, a la sanidad, al mercado laboral y a una vivienda digna? Pregunto.

Las chabolas que se ven desde mi casa




La residencia del señor Fico en Bratislava

1 comentario:

  1. Lo de la población gitana en Bulgaria es alarmante. El problema hay que arrancarlo de la raíz, y esta es la conciencia de los ciudadanos.

    Ya no hace falta contarte de nuevo la historia del niño gitano que fue echado de mi asociación sólo por ser gitano... ¡Ahm! Mi asociación se llama "Youth Tolerance"... Tócate los cojones :/

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